FUENTE: Actuall – V. Gago
La Marcha ciudadana por la Vida de este próximo domingo en España introducirá la ley del aborto en una campaña electoral cuyo principal candidato “preferiría no hacerlo”, como el escribiente de Herman Melville. O sea, el presidente Rajoy se quedaría mucho más tranquilo y en paz con su karma si “aborto” fuera una palabra en ruso o un nuevo juego en el iPad de Celia Villalobos, y la gente se centrara en la economía, que va como un tiro.
Rajoy ha salvado a España del rescate financiero y ahora promete salvarla del separatismo catalán, pero no ha movido un dedo para salvar una sola de las 400.000 vidas humanas abortadas durante su mandato. La gente es que no se cansa de pedir.
Hace cinco años de la ley de plazos de Zapatero-Aído y de los recursos presentados por el PP y la Comunidad de Navarra, que siguen sin una sentencia del Tribunal Constitucional. MIentras tanto, más de medio millón de vidas humanas se han eliminado sin necesidad de dar ninguna explicación en las primeras 12 semanas de gestación; 400.000 de ellas, mientras el presidente Rajoy prometía y retiraba su promesa de derogar la ley, empujando al ministro Gallardón a dimitir por intentarlo. Lo que empezó siendo una ley provisional por su manifiesta inconstitucionalidad, la división de la sociedad española y el compromiso del PP de acabar con ella, ha terminado como un derecho al aborto en la práctica, convalidado por el presidente y tolerado por un silencio del Tribunal Constitucional que contrasta con la rapidez con la que, en cuestión de unos pocos días, va a resolver sobre la declaración de independencia aprobada en el Parlamento de Cataluña, previsiblemente para suspenderla.
El aborto solo es un tema incómodo para el PP, no para la izquierda, que promete cumplir la última etapa de su programa en esta materia y convertir el aborto en un derecho constitucional con una prestación universal asignada en el sistema público de salud. Que el aborto es el principal argumento, si no de los últimos, de una izquierda fracasada en todo excepto como agente comercial de funerarias, lo demuestra el alegato de Anna Gabriel, la portavoz de la CUP, a favor de la independencia de Cataluña el pasado lunes en el Parlamento regional: “Queremos un país sin ley Wert, ni ley mordaza, sin apartheidsanitario, con solidaridad efectiva, humanismo inmediato y derecho al aborto”. Lo del “humanismo inmediato” debe ser algo así como “el aborto inmediato” de la ley Zapatero-Aído-Rajoy, o el “negocio inmediato” de la venta de órganos fetales por Planned Parenthood, o la “purga inmediata” del PP, expulsando de sus listas electorales a los nueve diputados y senadores provida que votaron un “no” en conciencia a la mini reforma que hizo como que cambió algo para que nada cambie en la cornucopia sanguinaria del aborto en España.
La manifestación ciudadana del próximo domingo, en Madrid y en otras veinte ciudades españolas, saca a las víctimas del aborto de las estadísticas y les da una dignidad de sujetos históricos. El gran filósofo católico francés Charles Péguy afirma que, para cada persona y para cada acontecimiento, suena una campanada de medianoche que transforma lo real en histórico. “Real” es el simple memorando de 112.000 abortos al año en España. “Histórico” es que todas esas muertes tengan un sentido y no hayan sido en vano.
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